sábado, 26 de maio de 2012

Gestión del cuerpo femenino como condición del bienestar del cuerpo social y sus consecuencias políticas para las mujeres.


Para entender la disciplina ejercida en los cuerpos de las mujeres, habremos de remontarnos a los discursos relacionados con la psiquiatría y la higiene generados en el S XVIII y desarrollados en el XIX, e incluso hasta bien entrado el siglo XX.
En la serie de ponencias de Michel Foucault recopiladas durante el curso lectivo 1974-1975 en el Collège de France[1], el autor explica el proceso de la institucionalización de la psiquiatría como una rama especializada de la higiene pública y, por tanto, su dominio particular sobre la protección social. En este sentido, Foucault expone que “antes de ser una especialidad de la medicina, la psiquiatría se institucionalizó como dominio particular de la protección social contra todos los peligros que pueden venir de la sociedad debido a la enfermedad o a todo lo que se puede asimilar directa o indirectamente a esta. La psiquiatría se institucionalizó como precaución social, como higiene del cuerpo social en su totalidad[2].
Foucault analiza cómo, para poder acercarse al discurso de saber- poder de la medicina, la psiquiatría hubo de patologizar tanto la locura como los desórdenes. Esta doble codificación del comportamiento individual y social, tiene un efecto especialmente perverso en todo lo relacionado con la gestión del cuerpo de las mujeres, con la conceptualización de la feminidad así como con la incipiente lucha feminista.
Tal y como expone Antonio Diéguez, tanto la psiquiatría como el higienismo actúan como disciplinas y agentes de poder a la hora de “conjurar los peligros sociales. Entre estos, el discurso emancipador de las mujeres, que ya había comenzado a ser identificado como una de las amenazas potenciales más claras al orden establecido”[3]
Un claro ejemplo de esta voluntad de deslegitimar “científicamente” este discurso político feminista, y a la vez, de domesticar el cuerpo femenino individual y socialmente lo encontramos en la contra-propaganda de la lucha por el sufragismo en la Inglaterra de principios del siglo XX.: “Los antisufragistas alegaron que el sufragio femenino comportaría la masculinización de las mujeres, el abandono de sus deberes sociales y familiares y el libertinaje sexual. En su repertorio de argumentos, figuraba, además, la supuesta naturaleza histérica de las mujeres como impedimento para participar en la política nacional [4]
Otro ejemplo de domesticación social e individual del cuerpo femenino lo encontramos en la medicina social en la España de principios del S XX, y en su  preocupación por el alcoholismo y sus programas de propaganda antialcohólica. En el estudio de caso de Ricardo Campos Marín. Psiquiatría y género. El naciente discurso médico-psiquiátrico en España y el estatuto social de la mujer[5], se evidencia la vinculación entre la peligrosidad de una patología social como el alcoholismo, y la instrumentalización de las mujeres por parte del discurso médico en tanto que portadoras de “higiene moral” en el marco familiar y por extensión, social. El dispositivo de la propaganda antialcohólica proponía a las mujeres como agentes para la creación de familias estables y salvaguardas de la virtud y moral burguesas con el fin de “generar individuos sanos, obedientes y por tanto, no peligrosos” ejerciendo un papel fundamental como madre y esposa a la hora de “transmitir los principios básicos de higiene que la medicina consideraba oportunos”.[6]
Puesto que la solución al alcoholismo era situada en el terreno de la moral, el hogar era el lugar educativo en el que las mujeres estaban obligadas a ejercer de buenas madres y esposas, transmitiendo los valores correctos mediante el instrumento de la educación. Así, se responsabiliza a la mujer del buen o mal funcionamiento de su hogar (…) Como alternativa a esa mujer incapaz, que conduce a los suyos a buscar el bienestar en el alcohol, se propone modelar un tipo de fémina que sea «activa sin ser esclava, económica sin ser tacaña, pulcra sin ser coqueta, ordenada sin ser meticulosa, risueña sin llegar a zalamera»[7]

Por otro lado, la gestión médica de la sexualidad de las mujeres como gestión de sus desórdenes psicopatológicos y del consecuente desorden social, es una de las prácticas comunes en la historia de la medicina. Desde el s XVIII se establece un vínculo entre la sexualidad de las mujeres y su salud física y mental, teoría que tiene su apogeo hasta bien entrado el S.XX. A través de una taxonomía de síntomas catalogados como “dolencias femeninas” (desórdenes pélvicos, jaquecas, lloros, irritación, depresión, etcétera), se ponen de relieve las “enfermedades específicas de las mujeres”, tales como la Clorosis, la Neurastenia o la Histeria[8].  A partir de entonces, la sexualidad, o más bien, el orgasmo femenino (en lenguaje médico entonces llamado “el paroxismo”, reacción a la manipulación de los genitales femeninos que, al parecer, no tenía relación alguna con el placer sexual, según el discurso de autoridad), se medicaliza y normaliza en las consultas y en los hospitales como La Salpêtrière[9], estableciéndose a la vez como un objeto de estudio que alimentará posteriormente a la teoría del psicoanálisis, y como práctica lucrativa[10]
Michel Foucault, haciendo una lectura en términos de poder y de control social, señala que la histerización del cuerpo de las mujeres “es un proceso triple en el que el cuerpo femenino era analizado, calificado y descalificado como completamente saturado de sexualidad; donde se lo integraba en la esfera de la práctica médica por una patología intrínseca a él; donde, finalmente, se lo colocaba en comunicación orgánica con el cuerpo social (cuya fecundidad regulada se suponía que aseguraba, el espacio familiar (del que tenía que ser un elemento funcional y sustancia), y la vida de los niños ( que producía y debía garantizar, en virtud de una responsabilidad biológica-moral que duraba todo el período de la educación de los niños): la Madre, con su imagen negativa de “mujer nerviosa”, constituía la forma más visible de esa histerización”[11].
Así, el “ángel del hogar”, creció turbado en el seno del núcleo familiar productivo y reproductivo, convencido por la retórica victoriana de sus patologías, intrínsecas e inherentes a su condición femenina.

De ese modo, a mediados del Siglo XX, las mujeres en EEUU difícilmente podían describir ese “malestar que no tiene nombre” y que Betty Friedan denominó “Mística de la Feminidad”. “El malestar ha permanecido enterrado, acallado, en las mentes de las mujeres estadounidenses, durante muchos años. Era una inquietud extraña, una sensación de insatisfacción, un anhelo que las mujeres padecían mediado el S XX en EEUU (…) los expertos les explicaban cómo cazar y conservar a un hombre, cómo amamantar a sus criaturas y enseñarles a asearse (…) cómo evitar que sus esposos murieran jóvenes y que sus hijos se convirtieran en delincuentes[12]
He aquí otra vez el higienismo renovado, en esta nueva versión, con el objetivo intacto de mantener la salud del cuerpo social, no sólo a través del cuerpo y del control del cuerpo de las mujeres a través de discursos de saber-poder sino también a través de la medicalización de sus estados de ánimo: “Algunos médicos le aconsejaron a sus pacientes que salieran de casa durante todo un día (…) Otros les prescribieron tranquilizantes. Muchas amas de casa de los barrios residenciales ingería tranquilizantes como quien toma caramelos para la tos[13]. De ese modo, a base de recetas, las mujeres se mantenían en el seno familiar como un ejército de cuidado, generando a su vez, toda una nueva serie de necesidades de consumo. Según Friedan, en sus investigaciones que realizó entrevistando a mujeres estadounidenses de clase media en los años cincuenta, adquirió conciencia “de la existencia de un corpus creciente de pruebas, gran parte del cual no se ha dado a conocer públicamente porque no encaja con los modos de pensamiento actuales sobre las mujeres: son pruebas que ponen en tela de juicio el estándar de normalidad femenina, de adaptación femenina, de la realización femenina y de la madurez femenina al que la mayoría de mujeres tratan de amoldarse[14]
Durante los años cincuenta, el malestar se interpretó de manera individualizada, tratando los síntomas, pero no las causas, eludiendo así la patología social que acompaña a este malestar y las posibles soluciones políticas del mismo.

En la actualidad, la medicalización del aparato reproductivo social (sexualidad, partos, lactancias, cuidados etcétera) ha sido una constante que ha llevado a un sector de la sociedad y del cuerpo médico a preguntarse si acaso dicha medicalización no aleja a las mujeres de sus cuerpos, no las desempodera, no las desposee de la gestión de la vida y de las decisiones en torno a ella.
Sin embargo, este es un discurso de doble filo: Tal y como alertaba Friedan, había en los EEUU en los años 50, una “reciente tendencia a volver al parto natural y a la lactancia materna[15], asociado al citado discurso de normalización de la feminidad y naturalización las funciones de las mujeres en tanto que hembras mamíferas. Dicho discurso ha tomado protagonismo hoy en día, en cierto modo, disfrazando de progresismo, en forma de llamamientos a las maternidades maximalistas, bajo las que recae todo el peso de la responsabilidad y culpabilidad del bienestar o malestar de las criaturas no sólo en un momento presente del cuidado, sino también en su desarrollo futuro, y por consiguiente, otra vez son las mujeres las responsables del sano funcionamiento del cuerpo social.
Según Celia Amorós, “las conquistas del movimiento feminista no escapan al principio de la acción y reacción” .Celia Amorós contextualiza el apogeo de este discurso de la llamada maternidad maximalista en “la incidencia de las crisis”, que “favorece ‘la mística de la feminidad’ que tan lúcidamente analizó en su día Betty Friedan. En su nueva versión, la ‘directora gerente de su hogar’ podría convertirse en la madre abnegada que renuncia a cualquier proyecto personal en aras del bienestar de sus hijos en paladines de los cuales se erigen los voceros de la Liga de la Leche.”[16] Duras palabras que, por otro lado, merecen al menos ser consideradas bajo una escucha atenta.

Así mismo, y desde el punto de vista de las investigaciones y las prácticas médicas más contemporáneas en lo que se refiere a la reproducción, Verena Stolke, en su artículo “El sexo de la biotecnología”,[17] disecciona el sentido de la investigación genética y su aplicación en las políticas de reproducción asistida desde el punto de vista del poder.
Stolke se enfrenta al imaginario de las bondades de la biotecnología en tanto que tecnología aplicada a la reproducción, sosteniendo que, en un ámbito patriarcal-liberal, cualquier tipo de tecnología es un poder al servicio de los intereses masculinos.

Por una parte, desde el lado del control directo de los cuerpos, Stolke asevera que “Las nuevas tecnologías conceptivas han trastocado las tradicionales nociones de la filiación. El más reciente giro biotecnológico acentúa las diferencias de sexo. Las nuevas técnicas reproductivas convierten los úteros y los ovocitos en el bien más preciado y precioso y los disocian a las personas a las que pertenecen”.
Por otro lado, Stolke afirma que se refuerza el discurso que naturaliza la maternidad como destino inherente de las mujeres: “Aunque las nuevas tecnologías conceptivas y contraceptivas han brindado a las mujeres al menos en los países ricos mayor libertad para decidir sobre nuestros cuerpos, al mismo tiempo refuerzan la maternidad como destino y responsabilidad de las mujeres (…) En un sentido más amplio, la técnicas reproductivas se han convertido en instrumentos tecnológicos al servicio de intereses que con frecuencia no son los nuestros”.

Como conclusión, parece que la voluntad de patologizar el cuerpo femenino, en último término, patologiza su expresión política: el feminismo. Cuando lo femenino se interpreta por las mujeres en clave política, dando lugar así a una serie de reclamaciones que amenazan el statu quo, activa los dispositivos de poder-saber que ejercen el control de los cuerpos femeninos, manteniendo un higiénico y tranquilo inmovilismo.
La gestión y dominación del cuerpo femenino irá en consonancia con intereses políticos y económicos de los que los discursos de saber-poder, tales como la medicina, se hacen eco. El principio de acción- reacción al que hace referencia Celia Amorós, no obedece al capricho, sino a intereses concretos de la clase política y económica. Por lo tanto sí parece haber una explicación sistémica a esta dominación, y es ésta la que nos permite deconstruir, con conciencia política, estos discursos que penetran a nivel micro, tanto lo social como lo psicológico, y posibilitar así el feminismo en su versión teórica y pragmática. Como condición para la transformación social.  


[1] FOUCAULT, Michel. Los anormales. Cursos del collage de France (1974-1975). Akal, Madrid. 1999
[2] Ibíd. (p111).
[3] DIEGUEZ Gómez, Antonio. Psiquiatría y género. El naciente discurso médico-psiquiátrico en España y el estatuto social de la mujer. Revista Asociación Española de Neuropsiquatría. 1999. Vol.XIX nº72. P. (76) 640.
[4] NASH, Mery. Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos. Alianza ensayo. Madrid. 2004.  P114
[5] CAMPOS Marín, Ricardo. La instrumentalización de la mujer por la medicina social en España a principio de siglo: su papel en la lucha antialcohólica. Aclepio II, 1990.
[6] Ibíd. P162
[7] Ibíd. P167
[8] Para una aproximación histórica detallada sobre las enfermedades citadas, ver el  capítulo “la sexualidad femenina como patología histérica”, en MAINES P. Rachel. La tecnología del orgasmo. La histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres. Ed. Milrazones. Barcelona 2010.. Pp 41-70
[9]  MAINES P. Rachel. La tecnología del orgasmo. La histeria, los vibradores y la satisfacción sexual de las mujeres. Ed. Milrazones. Barcelona 2010.. P 60.
[10] A este respecto, Maine señala: “Russell Thacher Trall, otro estadounidense asociado con la escuela hidropática escribía en 1873 que las mujeres, histéricas incluidas, eran una bendición económica para la profesión médica, asegurando que más de las tres cuartas partes de la práctica de la profesión está dedicada al tratamiento de enfermedades específicas de las mujeres y que de los 200 millones de dólares que se calculaban como ingreso anual de todos los médicos de EEUU, ‘tres cuartos (150 millones), nuestros médicos deben agradecérselo a las frágiles mujeres’. Ibíd., p 58
[11]FOUCAULT. Michel. Historia de la sexualidad. Vol 1.  Ed. SXXI  Madrid  2009 p. 110
[12] FRIEDAN Betty. La mística de la feminidad. Ed Cátedra. Feminismos. Madrid, 2009 p 50.
[13] Ibíd., p 67
[14] Ibíd. p 68
[15] Ibíd.

sábado, 19 de maio de 2012

#occupymordor. De la estética a la épica.

Ahí estamos, esta vez sí, con un movimiento madurado, campando en la Bastilla.
clonc, clonc, clonc, clonc....
Con retórica renovada: "torres más altas han caído"
Con sentido estratégico: caceloralda permanente hasta el martes, día del consejo de administración de Caixa Banc y... to be continued.
Con voluntad de comunicar y escuchar mucho trabajo hecho ya durante años: Campaña Ropa Limpia, Campaña Aigua és Vida, Plataforma de afectad@s por la Hipoteca, etcétera, en el juicio popular a La Caixa.
Señalando con el dedo claramente a culpables con nombre y apellidos, y pidiendo responsabilidades concretas: Isidre Fainé, en boca de tod@s; una celebrity camino de desbancar al mediático Kony.
Conceptualizando nuevas demandas: #nurembergfinanciero
De la indignación a la acción, de la estética a la épica Tolkien, con toda la literatura twittera que lo acompaña.
En la cacerolada me decía un camarada: seremos como las madres de la Plaza de Mayo.
Qué gran referente!
Que lo diga David Harvey nos da igual, porque nsotr@s ya lo hemos dicho, cacerola en mano: Urban revolution is coming !!


Clonc, clonc, clonc...

segunda-feira, 7 de maio de 2012

El arte de las performances

En el séptimo arte, no hay nada más pobre que un director/a que se copia a sí mismo. Las segundas partes, quitando honrosas y espectaculares excepciones nunca fueron buenas. Suelen quedarse en una expectativa, en una promesa, y a lo peor, en cruel gatillazo.
La repetición es pura nostalgia de un pasado sedimentado.
Que vuelva la primavera, que salgamos de lo más crudo del crudo invierno, que tengamos el valor de no repetirnos, que tengamos el ingenio y la inventiva del año pasado... pero no el mismo!
Tiene que ser 15?!, y M?!


Imposible elegir entre la primera y la segunda. Tres ya son multitud.

domingo, 6 de maio de 2012

Oh my man I love him so...


Se diría que es una canción de amor, si no fuera por su expresión trágica.
Para aquell@s que en un primer momento no atiendan a la letra y la vean en este vídeo gimiendo su obstinación, pensarán con razón, que hay algo muy triste en lo que está diciendo. Y sin embargo, sí, in extenso, es una canción de amor: agria, desgarradora, contradictoria... durísima, en la que la resignación es lo personal, y lo político es otra cosa. 
Una lucha tapa a otras. El jazz no supo liberar a sus grandísimos talentos. Y sin embargo, ella sí que cantó por todos aquel southern trees bear strange fruit
¿Y quién cantó por ella, sino ella?
Nunca una señal de socorro había sido tan bellamente disimulada, tan exquisitamente matizada, con una canción ambigua en la que no se sabe si quiere o concede, si ama o se desgarra, en la que ella misma, a sabiendas, se desdeña sin esperar nada del jazz que, un poco frívolo, desoye sus quejidos y enguye a sus propios hijos heroinómanos.
Ella lo deja a quien quiera entender... pero hay que ver cómo lo explica!. La letra va por un lado, su rostro por otro, con esa mirada tan radicalmente honesta con la que nos muestra aquello que hay verdaderamente entre estrofa y estrofa.
Su voz, su expresión, ponen la carne de gallina cuando con esa apariencia tan triste, tan vulnerable e ingenua, nos cuenta lo que es su suerte, qué suerte!, "me costó un montón, pero tengo un hombre y es mi hombre...". Una historia tan antigua como la civilización, pero que ella consigue que sea única.
Al parecer solía decir: "Yo viví esta canción". Es obvio que en esta canción, bajo una cruda paradoja, está viviendo a su hombre, y a su suerte. 

Señoras y señores, la absolutamente genial: Billie Holiday.



My man.

It cost me a lot,
But there’s one thing that I’ve got,
It’s my man,
It’s my man.

Cold or wet,
Tired, you bet,
All of this I’ll soon forget,
With my man.

He’s not much on looks,
He’s no hero out of books,
But I love him,
Yes, I love him.

Two or three girls,
Has he,
That he likes as well as me,
But I love him.

I don’t know why I shoud,
He isn’t true,
He beats me, too,
What can I do?

Oh my man I love him so,
He’ll never know,
All my life is just despair,
But I don’t care,
When he takes me in his arms,
The world is bright,
All right.

What’s the difference if I say,
I’ll go away,
When I know I’ll come back on,
My knees someday.

For whatever my man is,
I’m his forevermore.