quarta-feira, 16 de janeiro de 2013

Saldremos de rojo



En la página “El BOE nuestro do cada día” leía ayer una entrada que recogía la composición del nuevo Comité de Bioética de España, cuya renovación de sus doce miembros cada cuatro años se explicitaba en el BOE de ayer. Entre otras cosas, este órgano consultivo tendrá como atribución emitir un informe sobre la reforma de la Ley del aborto promovida por el ministro Gallardón. Según las pesquisas de El BOE nuestro de cada día, al menos 7 de los 12 miembros se han declarado antiabortistas y dos de ellos impulsaron el manifiesto contra la Ley del aborto socialista en 2009.

Otro clic buscando actualidad me lleva a una página de Le Monde: “Congelar sus ovocitos, la esperanza del reloj biológico”. Inmediatamente me rechina tanta maternidad obligatoria. Parece exagerado encontrar al primer pantallazo del día estas dos noticias consecutivas como primer impacto de actualidad. Según Le Monde, esta tecnología sería "une manière révolutionnaire de contrer les effets dramatiques du temps sur la fertilité des femme"  

Recordé entonces a Verena Stolcke, que teorizaba magistralmente sobre mi desazón, en su texto “El sexo de la biotecnología”: “las biotecnologías, impulsadas por el determinismo genético pueden tener graves consecuencias para las mujeres debido a las posibilidades que estas técnicas prometen para la procreación humana alentados por los intereses y deseos configurados por las relaciones de poder y género vigentes (…) aunque las nuevas tecnologías conceptivas y contraceptivas han brindado a las mujeres al menos en los países ricos mayor libertad para decidir sobre nuestros cuerpos, al mismo tiempo refuerzan la maternidad como responsabilidad y destino de las mujeres

Un poco más tarde, y sin habérmelo propuesto, encuentro otra noticia para cerrar el círculo: "Una salida blanca y radiante de la crisis". Siempre mucho más folclórico y simplón, el cada vez menos periódico de referencia de la izquierda socialdemócrata, nos anima, en sus páginas culturales, a salir de la crisis de blanco, como si cubriéndonos de la gloria del divino sacramento pudiéramos las mujeres (objetualizadas, ya sin metáforas, como maniquíes) dar la vuelta a este loco mundo sin salir de las paredes de la domesticidad.

Señores; no saldremos de la crisis de blanco. Saldremos de rojo.

Otra vez, como tantas veces en la historia del capitalismo, nuestra sexualidad y libertad de deseo habrán de ser sacrificados y puestos al servicio del motor de la producción, que devolverá a los “male bread winners” a aquel estadio vital soportable anterior al desastre económico. Y todo ello gracias a nuestro aspecto de radiante ángel del hogar en los altares de la heteronormatividad biológica y social.

El discurso de la domesticidad se muestra ya sin ambages; y es que el esencialismo del mito del reloj biológico no parece un mal anticuerpo contra el supuesto sinsentido y apatía del desempleo. Ante las puertas de la realización cerradas a cal y canto, el destino biológico parece una salida más que digna.

Determinismo biológico, heteronormatividad obligatoria, deseo disciplinado, normalidad sexual, maternidad maximalista, naturalización de la feminidad, separación tradicional de roles y esferas… esto es lo que subyace en la actualidad hoy en día, en este mismo momento histórico.Nunca el biopoder había sido tan extravagantemente exhibicionista.

Pero muchas, (y somo muchas!), seguimos obstinadas en que con hijxs o sin ellxs, saldremos de rojo, y con libre elección.





quinta-feira, 3 de janeiro de 2013

Salir del armario con gafas de género- hombre



¿Por qué rechazar los acontecimientos? Tener mucho al mismo tiempo, sentir de varias maneras, reconocer la vida en diversas fuentes… ¿quién le puede impedir a alguien vivir ampliamente?
Clarice Lispector. Cerca del corazón salvaje.


En la cafetería del tren, de pie frente al ventanal viendo pasar el río con un libro y un café gozando de la euforia de ir viajando sola, una mirada masculina se sitúa justo detrás, a un metro de distancia, observando el paisaje a través (¿?) de la misma ventana.

¿Por qué la euforia se repliega?, ¿por qué mi centro de atención se desplaza al hombre como si fuera un imán?
-“Quizás esté observando realmente el río y las montañas”.
Sé que no.
Con los años he aprendido a pensar como una mujer, me he hecho una de ellas a base de aprender inseguridades que se desprenden de esas seguridades perversas (sé que sí, sé que no…)
En el momento en que la mirada masculina entra en escena, todo se vuelve pesadamente carnal. Mis circunstancias reducidas a mi cuerpo, no a mi yo. El sentido de mi existencia se desplaza y la vivo a través de un completo desconocido que además es un incordio.

No necesito compartir una sesión de terapia observándome el coño en un espejo y creer así descubrir mi mismidad y el hecho de ser mujer. Lo siento todos los días en los que alguien o algo me posiciona en la escala de valores del patriarcado a la que soy [conscientemente] rebelde.

Las mujeres llevamos a cuestas la existencia y no existencia de todxs, más que la nuestra propia. Esa roca sólo puede ser arrastrada en leeeeento avance cada x (¿?) tiempo, cuando raramente nos sentimos fuertes como para girarnos y sostener la mirada masculina que piensa, que pensaba, que seguirá pensando sin ni siquiera ser consciente de ello, quizás cuando ya me haya ido: - “Qué guapa, qué fea, qué gorda, qué flaca”- siempre con la razón de su parte, sólo sorprendiéndose un poco del raro desafío, pero aún sin inmutarse ni enrojecer de vergüenza. Como la existencia, la vergüenza también la vivimos nosotras de forma ajena.

Cierro los ojos y me repito: “soy un hombre, soy un hombre, soy un hombre…”  y ya no soy una mujer. Se produce una magia.Ya no siento anhelo de amor, ya no tengo que ser una madre ni una puta, ni una puta enfermera. Tampoco tengo que encontrar a nadie para cuidar a mi omnisciente no nato perdiendo en esa eterna búsqueda, en esa condena, el precioso tiempo de mis magníficas no realizaciones.
Pienso que soy un hombre y entonces somos sólo yo y mi existencia. Soy libre, libre… salgo volando… y soy todo amor, porque anhelo beber los vientos.