Costó dos años de desenlaces para que la justicia detuviera por fin a algunos de los responsables de aquellos teje-manejes, entre ellos, el director general de dicha Consellería, Josep María Felip, además de algunos responsables de fundaciones satélite (a la Consellería y a su persona) a las que habían sido derivadas cantidades desproporcionadas de recursos de cooperación en conceptos tales como evaluaciones o consultorías, desembocando en empresas propiedad de los patronos de dichas fundaciones[1].
En octubre del 2010 Mónica Oltra, inquisitiva, afilada y certera, tal y como nos merecemos la ciudadanía, interrogaba así al entonces Conseller de Cooperació i Ciutadania, Rafael Blasco, ahora (¡y todavía!) portavoz del Grupo Popular en el Parlamento de la Comunitat:
El argumento moral, al igual que los Parlamentos, no está de moda y frecuentemente se confunde con su versión cándida, buenista y fastidiosamente amonestadora, que es la moralina (no confundir tampoco con la moraleja que es precisamente lo que está padeciendo ahora el Señor Felip & Co.)
El discurso moral (o la reprimenda monumental) de Mónica Oltra que resuena en ese parlamento está a la altura de la gravedad de su denuncia. La exposición de sus argumentos avala su enfado y su reclamo ético y moral. Pocas veces se escucha en estos cónclaves hablar de principios morales y éticos que atañen a la política y a l@s polític@s de manera tan coherente y fundamentada. Lo dice una aficionada al Canal Parlamento que profesa una rara adicción a los debates sobre el estado de la nación en los que sólo se oyen mediocres justificaciones y autocomplacencias.
Quizás es en las sesiones ordinarias (menos espectaculares, eso sí y menos populares en todos los sentidos - sólo hay que ver los escaños vacíos de much@s de los representantes que convierten las sesiones de control en una suerte de paisajes arrasados de guerra) en donde realmente se ejerce la representación y cierta forma de democracia.
Seré una sentimental, pero personalmente me emociona que una diputada defienda con fervor el valor ético de la cooperación frente a la gestión corrupta de una indecorosa alta administración. Porque no hay que irse tan lejos para tropezarse con los Mobutus y los Mugabes coterráneos, cuyo descaro y ostentación en lo que concierne al lucro ilícito roza el surrealismo. Si miramos en nuestros periódicos y en nuestras administraciones, los encontraremos fácilmente, bien acomodados en el seno de nuestra monarquía bananera.
Ya se sabe; cosa del subdesarrollo...
Quizás por eso, necesitemos la ciudadanía much@s diputad@s como Mónica Oltra, y no sacar ojo de ninungun@ de ell@s. Esa, además de las broncas en la calle, también es nuestra responsabilidad.
Sem comentários:
Enviar um comentário