Menú del día para un domingo: huevos fritos con pimientos y
patatas, y de postre, qué hay de postre?... Abro la nevera y allí están, dos plátanos
aburridos y feos que me amenazan con acabar de corromperse hoy mismo si no me
los como ya.
Vamos a ver qué se puede hacer con esto, Elo. Pon los recuerdos a funcionar...
Allá en la época de felices vivencias despreocupadas de Poeta
Cabanyes, Olaya Sandoval nos enseñaba “ás noias” todo tipo de recursos culinarios, entre ellos,
el batido para plátanos ya poco ufanos: un poco de leche, plátanos adentro y aliento
azucarado de vainilla. Batidora a filispín,
y para rematar, un sssssusssssurro de canela.
Tanto el resultado como la presentación son sorprendentes. Sólo
Olaya podía elevar unos plátanos marchitos a la categoría de golosina.
Pero el sibaritismo no es una comida, ni siquiera un postre,
es una actitud aprendida (en Francia, bien sûre). Antes de introducir la
cuchara en la canela que graciosamente se resiste a desaparecer entre la leche
aplatanada, cojan una onza de chocolate. Sólo una, porque el placer reside en
saber que se disfrutará sólo unos segundos… o hasta donde se quiera prolongar la
dulce agonía. Y lo que hagan con la onza de chocolate, ya es cosa suya y de su
imaginación.
Gracias maestra Olaya, por estos gozos.
Aquí mi delito, recién nutrido. |
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