sexta-feira, 16 de março de 2012

El Rey está desnudo. De la Plaza a la Bastilla

Es bueno releer siempre a lxs clásicos.
La que estudia feminismo tiene la suerte de hacerlo constantemente, gracias a autoras que los referencian una y otra vez.
Hoy fue a través de un texto de Verena Stolke que, citando a de Beauvoir, me hizo pensar en su segundo sexo y en la increíble revolución que supuso esa obra, no sólo para entender el feminismo sino también la circunstancia de la subalternidad, la inmanencia, la trascendencia… conceptos que se extrapolan más allá de la construcción social del género.
Somos el otro a quien se refería de Beauvoir cuando hablaba de las mujeres. Y lo digo en masculino, el  otro, parafraseando a la autora, y con la intención de extraer el concepto de la exclusividad del debate sexo/género y llevarlo a un terreno político aún más abstracto si cabe. Con el otro, me refiero a vosotrxs, que leéis este post y a la que escribe. Aquellxs que piensan que los políticos son marionetas de un sistema que no nos deja levantar la cabeza, que la reforma laboral hará de todxs unxs esclavxs, que el gobierno del PP nos está avasallando antes de los 100 primeros días y que irá a peor, que somos la primera generación que vivirá con menos que sus padres, que no tendremos pensiones, que no tendremos bajas médicas ni de maternidad ni de paternidad, que cobraremos salarios misérrimos… Hablo de todxs aquellxs que manejan, atrapados en sus redes, el discurso de la subalternidad y lo que es peor, que  se construyen una y otra vez en ese discurso subalterno.
 “El hombre se concibe sin la mujer. Ella no se concibe sin el hombre”, dice de Beauvoir “...y ella [vamos a jugar], la izquierda, no es más que lo que la derecha decida. La izquierda se determina y se diferencia respecto a la derecha y no a la inversa. Ella [la izquierda] es lo inesencial".
En política, hoy en día, el otro, el “segundo sexo” al que se refería Simone de Beauvoir somos nosotrxs; esa izquierda inmanente que se construye en función de, en relación a.

Y sin embargo, es de miopía histórica resignarse a una situación estática sólo por la ineptitud de la política institucional,  el no poder concebir un cambio de paradigma, un necesario salto del binomio.
En nuestra casa, lo más parecido que hemos tenido últimamente a una izquierda, a lo trascendente, ha sido el 15M, pero sin embargo, creo que no ha hecho más que rozarla con la punta de los dedos.

El 15M tal y como lo vivimos en tanto que movimiento, reconozcámoslo, lleva todo el invierno alimentándose de su mito y viviendo de una potencia paralizante que se tiene demasiado respeto a sí misma, por lo que pronostico (y espero) que no volverá a ser acto. En esto no ha sido nada original y no se diferencia de otros movimientos que se se suicidan de tanto reverenciarse y que cuanto más se resisten a desaparecer, antes se evaporan de los mapas.

La pregunta es estonces: ¿cuánto "dura" la performatividad que practicaba en las plazas?  Ya que el 15M ya es relato, cuanto antes gritemos al unísono “¡¡¡El Rey está desnudo!!!”, mucho mejor.
Sol. Marzo del 2012

Hemos caido ya en la melancolía. No hay nada que me provoque más antipatía, por inmovilistas, que lxs nostálgicxs de Sol y sus caducas aventuras, incluidos esos personajillos inevitables que huían de la notoriedad y que, ya acabado el ciclo, como no podía ser de otra manera, fueron exibidos en la portada del Times, convertidos en las Venus Hotentotes de la sociedad del espectáculo. ¿Cómo podemos ser tan arrogantes o ingenuxs para pensar que podíamos manejar la maquinaria comunicativa que todo lo folkloriza?. Han quedado como animales disecados para la posteridad.
Como siempre, la bendita red, y sólo mientras se hizo política, nos libró de parecer monos de zoológico. Amén.

Estoy convencida de una cosa y es que ese Eros de las plazas se manifestará otra vez  ( lo espero... lo espero demasiado!!) con renovado ímpetu, aunque, mejor aún!, de otra forma.
Dicen los científicos sociales que esto es así. ¿Habremos de esperar el permiso de otro relato? 

A nosotrxs corresponde, entonces, olvidar el 15 M, derrotarlo antes de tener que caducarlo y “performarnos” una y otra vez. Lo erótico, el deseo por sí solo no produce más que ilusiones platónicas. Necesitamos algo más, necesitamos crear lo alternativo a lo subalterno, nos corresponde dejar de referenciar ese discurso y (re)producir-nos como (lxs) referentes, penetrando la realidad, posibilitando el cambio, saltando del margen al centro.
¿Y eso implica que hemos de tener que inventarlo todo desde los inicios, como si nunca antes hubiera habido jamás política?. ¿De qué reminiscencia patriarcal (...¿o no sabemos acaso que el patriarcado opera de la manera más sutil?) procede el hecho aparentemente incuestionable de que se haya de romper siempre el himen?
Lo que quizás no sospechamos todavía es que a pesar de la imposibilidad (qué alivio!) de desvirgar la historia, nada nunca podrá ser igual a lo anterior. Que todo lo que hagamos será nuevo, propio, diferente, performativo y, porqué no?, trascendente… siempre y cuando logremos por fin, intervenir la realidad y asaltar La Bastilla.

En un ejercicio de necesaria honestidad deberíamos reconocer que el individuo fragmentado postmoderno ha cambiado la conciencia de clase por la conciencia de su mismidad. Ésta es innegociable (ay,sí!) inquebrantable, concebida como un todo, autorreferencial, por lo que se convierte en un insoportable ego que se escuda en el discurso de la horizontalidad para rechazar los liderazgos cuya naturaleza podría ser tan diversa, tan democrática, tan horizontal (como el propio movimiento) y además, canalizadora, efectiva, productiva. Y sin embargo, el individuo postmoderno no lo consiente por entender, equivocadamente, que el liderazgo supone un riesgo (antiguo, moderno y por tanto innecesario) a su propia existencia política. Muy comprensible el miedo... pero muy pobre interpretación.
El 15 M está marcado por el patriarcado. El feminismo, el movimiento más autocrítico, revisado, cuestionado y por tanto más desacomplejado de la historia, ha experimentado desde siempre el reconocimiento, la búsqueda de sus referentes y sus fuentes, la autoritas, los liderazgos entrañables... algo que el 15M no ha explorado suficientemente.
Este 15 M produce cierta antipatía por ser un másculo obsesionado con la desfloración del territorio epistemológico y de la praxis. La necesidad de desvirgarlo todo en todo momento, de escribir para siempre en el supuesto lienzo en blanco ha sido su peor patología, que lo habrá llevado, felizmente y por fin, a la reencarnación.

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