quinta-feira, 1 de março de 2012

¿Que no nos representan?... depende de lo que votes.

Diría que era octubre del 2010 cuando la diputada en las Cortes Valencianas, Mónica Oltra, realizaba una contundente intervención, haciendo sonar el río de la malversación, fraude y falsedad documental en el seno de la Conselleria de Integració i Cooperació de la Comunitad Valenciana.
Costó dos años de desenlaces para que la justicia detuviera por fin a algunos de los responsables de aquellos teje-manejes, entre ellos, el director general de dicha Consellería, Josep María Felip, además de algunos responsables de fundaciones satélite (a la Consellería y a su persona) a las que habían sido derivadas cantidades desproporcionadas de recursos de cooperación en conceptos tales como evaluaciones o consultorías, desembocando en empresas propiedad de los patronos de dichas fundaciones[1].
En octubre del 2010 Mónica Oltra, inquisitiva, afilada y certera, tal y como nos merecemos la ciudadanía, interrogaba así al entonces Conseller de Cooperació i Ciutadania, Rafael  Blasco, ahora (¡y todavía!) portavoz del Grupo Popular en el Parlamento de la Comunitat:



El argumento moral, al igual que los Parlamentos, no está de moda y frecuentemente se confunde con su versión cándida, buenista y fastidiosamente amonestadora, que es la moralina (no confundir tampoco con la moraleja que es precisamente lo que está padeciendo ahora el Señor Felip & Co.)
El discurso moral (o la reprimenda monumental) de Mónica Oltra que resuena en ese parlamento está a la altura de la gravedad de su denuncia. La exposición de sus argumentos avala su enfado y su reclamo ético y moral. Pocas veces se escucha en estos cónclaves hablar de principios morales y éticos que atañen a la política y a l@s polític@s de manera tan coherente y fundamentada. Lo dice una aficionada al Canal Parlamento que profesa una rara adicción a los debates sobre el estado de la nación en los que sólo se oyen mediocres justificaciones y autocomplacencias.
Quizás es en las sesiones ordinarias (menos espectaculares, eso sí y menos populares en todos los sentidos - sólo hay que ver los escaños vacíos de much@s de los representantes que convierten las sesiones de control en una suerte de paisajes arrasados de guerra) en donde realmente se ejerce la representación y cierta forma de democracia.
Seré una sentimental, pero personalmente me emociona que una diputada defienda con fervor el valor ético de la cooperación frente a la gestión corrupta de una indecorosa alta administración. Porque no hay que irse tan lejos para tropezarse con los Mobutus y los Mugabes coterráneos, cuyo descaro y ostentación en lo que concierne al lucro ilícito roza el surrealismo. Si miramos en nuestros periódicos y en nuestras administraciones, los encontraremos fácilmente, bien acomodados en el seno de nuestra monarquía bananera.
Ya se sabe; cosa del subdesarrollo...
Quizás por eso, necesitemos la ciudadanía much@s diputad@s como Mónica Oltra, y no sacar ojo de ninungun@ de ell@s. Esa, además de las broncas en la calle, también es nuestra responsabilidad.


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